La ira es una emoción caliente, rápida como un fogón de gas que pasa de una llama mínima de frustración a la máxima explosión en tiempo récord.
Para algunas personas es difícil controlar su expresión. Cuando uno o una quiere frenar es demasiado tarde: palabras malsonantes que preferiríamos no haber dicho, insultos, golpes contra muebles, portazos y bufidos… y en casos más graves, amenazas verbales y a veces físicas… Explosiones que se expresan más a menudo con las personas de más confianza.
Otras personas la manejan de otra forma: callándola. Se siente con igual intensidad pero se ha aprendido a callarla, a reprimirla y a mantenerla en un plano interno… Se siente algo muy intenso y desagradable pero el cuerpo hace un gran esfuerzo para inhibirlo físicamente, a tensar los músculos necesarios para que esa indeseada quede bloqueada y no salga por la boca ningún improperio fuera de lugar. Se ha convertido en una emoción aparentemente silenciosa. Parece una buena alternativa, los demás no padecen tu irascibilidad; pero tu salud sí la sufre, y bastante. Además, cuando la ira reprimida es excesiva, explotamos por cualquier tontería y vuelta a empezar….
Ambos estilos expresivos de la ira son desadaptativos y provocan aumentos importantes de la actividad fisiológica que mantenidos en el tiempo tienen su repercusión en el cuerpo: mayores niveles de presión sanguínea, más frecuencia cardíaca y mayor secreción de adrenalina. Ambos estilos nos provocan una peor salud cardiovascular, y las personas que reprimen y callan la ira tienen niveles aún más patológicos de presión sanguínea.
Con esto no quiero decir que sea más conveniente desahogarse e ir insultando a la gente por ahí, o expresando nuestro mal humor como un crío!! Sencillamente, que se sabe que una buena regulación de la ira nos protege frente a la presencia de problemas cardiovasculares (Pérez-García, Sanjuán, Rueda y Ruiz, 2011). Por tanto, vale la pena intentarlo.
Pero, cómo hacer un control adaptativo de la ira?
– Aprende a no dar tanto poder a las personas y situaciones que desencadenan esa ira interna en ti. Quizás de momento no puedes evitar sentir ira, pero no dejes que ella decida por ti! Sentir ira no implica necesariamente que tengas que expresarla! Sal de la situación antes de que sea demasiado tarde, es el primer paso para evitar males mayores.
– Hay estilos de pensamiento habituales en las personas irascibles y con ira interna: pensamientos de desconfianza e intencionalidad («por qué lo ha hecho?» «quiere perjudicarme, …lo hace adrede!»); pensamiento de estilo rígido: cómo creo que «debe» comportarse la gente, cómo «deben» ser ciertas situaciones….No somos quién para decidir cómo debe ser nadie, mejor que lo aceptes!! Incluso aunque tengas razón, aunque sería mejor que se comportaran así, no significa que deban hacerlo!! Como consecuencia de estas interpretaciones suele haber un exceso de sensibilidad y facilidad para sentirse herido, humillado y devaluado.
– Entrénate en detectar situaciones susceptibles de desembocar en ira: personas, lugares, situaciones embarazosas y de frustración..Si ahora no sé controlarlo y la situación no me aporta nada, mejor evitarla temporalmente para ir ganando en recursos propios para manejarla. Por supuesto no es la solución, no podemos evitar siempre…
– Toma consciencia de tu cuerpo y de las señales que avisan del malestar y frustración inicial: tensión muscular, puños apretados, sensación de sentirse atacado/a, calor en el pecho y cara…. Da espacio a la emoción, pero no dejes que decida por ti!!
– Busca formas de expresar tu ira de manera socialmente aceptable: ejercicio durante media hora, boxear, saltar a la cuerda, bailar, gritar, cantar….Que sea tan intenso como tu malestar! Después reflexiona y cambia tu percepción, relativiza!
– Aprende a relajarte físicamente, a meditar o practica el mindfulness.
– Valora la parte amable de la vida y las relaciones.
– Ten paciencia contigo! el cambio interno es lento pero posible. Sin prisa pero sin pausa…
Que tengas una buena semana!